Ayer, mientras escribía el cañonazo sentado en "Correos café" viendo pasar el murmullo de la vida, me llegó la noticia del fallecimiento de Pepe Mujica. Lo esperábamos todos en esa crónica anunciada de la gente que se despide con un “hasta luego y hasta siempre”, de las personas que miran al frente con la dignidad y el coraje de no tener que arrastrarse por el miedo, con la valentía de mirar al enemigo cara a cara.
Pensé en él durante todo el día, como si necesitara unas horas para tomar el relevo en esa tarea de cambiar el mundo. Soy uno de los suyos, somos cientos; su legado nos pertenece porque seguiremos el camino que empezó en una tarea que no tendrá fin.
Pensé que más que escribir algo nuevo, sería mejor fusionar dos artículos en los que me dejé el alma intentando explicar porqué Pepe es un referente para la izquierda y para la revolución de la resistencia.
Y ahí va, pisando la tierra de Ceuta, lanzo este cañonazo para mí, para él, para ti, para todos y todas que permanecemos en sus ideas. El expresidente uruguayo Pepe Mujica, cercano a la muerte, sorprendió con un multitudinario mitin para despedirse de su pueblo. El exguerrillero de 89 años, que fue presidente de 2010 a 2015 y sigue siendo una de las figuras más populares del país.
“Soy un anciano que está muy cerca de emprender la retirada de la que no se vuelve. Pero estoy feliz porque están ustedes, porque cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha. Y toda mi vida dije que los mejores dirigentes son los que dejan una barra que lo superan con ventaja”,
Pepe Mujica es, ha sido y será un ejemplo de compromiso, de lucha, de saber hablarle al pueblo, de decir la verdad, de llamar a la unión y a la fraternidad evitando el odio y la revancha.
Ponerse en el lugar de la gente, predicar con el ejemplo, hacer de su vida un compromiso con las ideas que ha abanderado desde siempre: la justicia, la igualdad, la educación y la solidaridad. Con un sueldo para vivir, en una vivienda humilde rodeado de sus recuerdos, anotando memorias vivencias y luchas pendientes.
Con su compañera de vida, Lucía Topolansky, emprendió la idea del compromiso social, de buscar el valor de la democracia y promover la idea del voto como herramienta necesaria para sembrar la esperanza. Nadie es necesario, pero debemos hacer el camino que continuarán otros. La cultura, la educación, la palabra, la crítica, y pensar la libertad nos hará mejores como seres humanos.
"Estamos llenos de despedidas, de épocas que se difuminan, de recuerdos que dejamos de recordar y proyectos inacabados"
Nos salva el proyecto colectivo, nos reconcilia tratar al otro con dignidad sabiendo que somos ellos, que estamos con ellos, que vivimos con ellos y es lo que nos hace ser uno de ellos. Mi amigo Manolo Galiano, con el que tantas veces he hablado de política, me dijo esta mañana que hay personas que nunca mueren, son historia, siempre serán faros que alumbran el futuro.
Irse, despedirse, marchar para siempre también es quedarse, estar presente, aportar ánimo al desánimo, triunfo en la derrota, ideales que se encenderán cuando pensemos que todo está perdido.
“Soy feliz porque están ustedes, porque cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha”. “Hay miles, y otros brazos que esperan, y otros jóvenes”.
Viviremos un cambio radical y recuperar la conciencia, enfrentarse a la ignorancia en todas sus dimensiones no nos hará pertenecer al mundo de los irrelevantes, de los que no sirven ni para que los exploten. ¿Qué hacer cuando la muerte nos pisa los talones? cuando la vida se despide de nosotros y nos toca hacer maletas vacías, todo es lo último: el último beso, el último abrazo, el último otoño.
Estamos llenos de despedidas, de épocas que se difuminan, de recuerdos que dejamos de recordar y proyectos inacabados. La muerte es uno de los temas centrales de la Filosofía: el alma, Dios, el infierno y el paraíso, la reencarnación, el nirvana, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Las religiones opacan lo efímero, el instante de los años, la banalidad de lo que somos, la levedad del ser.
Yo he aprendido a danzar con la muerte, no temerla, no enfrentarme a ese baile de perseguir sombras, de sujetar de la cintura a alguien que se aleja y se acerca a su antojo.
Me he hecho a vivir en la tormenta y ya no me asustan los truenos, las riadas, los terremotos existenciales, las noches oscuras...son compañeras de viaje.
No me da miedo ni la muerte ni la vida; eso me hace más fuerte y menos vulnerable.
Quiero que me olviden, no haber sido, borrar la memoria de los otros que dejarán de recordarme más temprano que tarde.
Y en este tiempo de invierno quiero saber de mí mientras acaricio mi rostro, mientras repaso los diarios, los días azules, las luchas y los fracasos, los amores que no besé mientras los buscaba.Mi legado es la siembra, las semillas furtivas que habrán germinado en alguien, las revoluciones emprendidas que tuve que pagar con cárceles en las que fui el encarcelado y el carcelero.
Si me estoy muriendo dejarme en los paisajes que pinté, en el rocío de la madrugada, en los libros que no leeré nunca, en las palabras de un lenguaje más allá de las palabras.
"Necesito el milagro de los labios cerrados, de las bocas mudas, de las tibias sombras, de los latidos ausentes"
Hoy leí a Pepe Mujica; mi último deseo es compartir el coraje de su compromiso, sentarnos en la mesa de su huerto y dejar pasar las horas silenciosas escuchándolo, escuchándome, oír todo lo que no me dije, fundirme en la tierra de su jardín en el que seguirá creciendo la primavera.
Así fue el testamento vital de este hombre que vino de las estrellas:
“Os lo cuento. Fui guerrero tupamaro, agricultor y político. Pero estoy cansado sin dejar de ser lo que fui. Sobre todo, guerrero. Y ahora me estoy muriendo y también el guerrero tiene derecho a su descanso, el que impone el tumor que me invade. Todos los caminos de mi tierra llevan a mi corazón, y sé distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.
Fui yo quien eligió este camino y no protesto por llegar hasta aquí, con 89 años. Pero necesito silencio. El silencio es manantial de vientos que se llevan los ecos de la vida, los cuchillos hostiles, los dientes, alfileres y ataúdes, los desgarros de mil escalofríos, torbellino de llantos y de lutos. Dejadme en el silencio de mis higueras y manzanos umbríos, de la lengua que resiste las palabras que hieren por la espalda, de las orillas que besan los crepúsculos lamidos por las olas. Devolvedme el silencio, que quiero curar la herida que me dejó en el alma el dolor de las selvas arrasadas, de los bosques de cemento plantados, de la pobreza insuperable, de la justicia no ejercida, de las libertades quebrantadas.
Devolvedme el silencio, que quiero volver a mis verduras, mientras tranquilo, y esperando la paz inevitable, medito sobre la hermosura de la vida, sobre cuánto caí y cuánto me levanté, los buenos amigos que me acompañaron y también bailaron conmigo.
Devolvedme la paz y no me pidáis más palabras. Necesito el milagro de los labios cerrados, de las bocas mudas, de las tibias sombras, de los latidos ausentes. Guerrero soy y seguiré luchando, sin tregua, jamás derrotado. La vida siempre es porvenir. La vida me persigue, aunque me esté muriendo.
¡Cuánto de vida hay en la muerte!
¡Cuánto de más allá en la vida!”
Te despediré del sol y de los trigos, compañero.