Yo, hijo de la Luz y de las ganas de mi padre, cada vez que me miro al espejo, me atrae menos el tener descendencia. Ya que visto mi experiencia, con mis años en la Tierra, me debo de sincerar que pocas ganas tenía de ligar, y no por desgastar energías, sino por ser mi cara más bien desganada a ser mirada. Soy yo que me reflejo en el espejo y doy saltos de repeculo. Vaya ADNs, que me sirvieron para estar en esta vida, los pobres fueron salidos de algún lugar terrorífico, o al escoger, no tuvieron más remedio que coger lo primero que tuvieron a mano.
Más después de mi disgusto, viene el gran humor que me define como un seductor del temple de un humorista, que lo sacan de repente entre nenes pijos que solo se ríen si se lo manda una carta de las que juegan las clases altas. Y allí en ese tenderete con viento a favor del fracaso, hace malabares ese funambulista del arte de sonreír y pone en apuros a esas mentes cuadriculadas que solo piensan en ser los primeros en ponerse algo, y allí cae la primera matriz de la risa y todos caen en cadena, por no hacer el feo, y no ser el último en estar a la moda. Y cuando se dan cuenta la risa se ha adueñado del habitáculo y todos contentos dan la opinión: que es un fuera de serie, y lo respaldan, para que otros puedan participar en la nueva moda creada.
Pero todo son conjeturas, diabluras de una mente que sigue su vertiente en la imaginación, y se seduce de cualquier flash que le viene de repente. Y la magia se adueña y aparecen los diablillos dando cobijo a unas intenciones de ser nuevamente un hombre nuevo que no desea ser apartado de los ruedos, donde lo miran, y sacrifican con la lengua biperona de la antorcha del estigma de ser diferente a los demás. Un simple matiz, una nariz aguileña, que hace que los olores penetren con más tranquilidad y sean analizados en profundidad.
Pero no es la media, sino un calcetín, que lleva puesto más de lo debido y es criticado por olor deplorable, sin pensar en lo que vale, o puede ser útil, en esta sociedad. Pero tener más moral que el Alcoyano, y las ganas de demostrar, hacen una pizca de sal, ser tan dulce como la miel. Muchos acarician los malos instintos, para evitar que sea mirada su joroba, que será, y seguirá siendo, otro punto de vista y más disimulado. Pero el tiempo vuela y la realidad está, y nuestro recorrido va siendo más sentido, y nosotros más contentos de participar en la tómbola donde hemos comprado las papeletas.